Tras las alabanzas y las críticas despiadadas suscitadas por mi último y más lacónico post (en realidad sólo la Na lo alabó y sólo mARCH lo criticó), procedo a relatar, como dije que haría (todos somos hombres de palabra, salvo Elisabeth, que de hecho es una mujer), los acontecimientos del día de ayer...
El martes por la noche yo ya tenía planificadas todas las actividades del miércoles:
8.00h Me levanto, media hora antes de lo necesario, y aprovecho para planchar algo, porque llevo más de una semana teniendo que rebuscar todos los días en el armario para encontar ropa ya planchada.
9.30h Salgo de casa, desayunada, duchada y vestida con ropa recién planchadita.
10.00h Llego a clase.
11.00h Me bajo a la Plaza de España para la manifa, y cuando ésta termine me voy a casa a comer y a descansar el tiempo que me quede.
15.30h Salgo de casa.
16.00h Llego a clase.
21.00h Salgo de clase.
21.30h Llego a mi casa y me dedico a la vagancia hasta lo hora de irme a dormir.
Pero desde primera hora el plan ya se me fastidió, porque no sólo no fui capaz de levantarme a las 8, sino que encima me levanté más tarde de y media. Más tarde, cuando estaba en la cocina desayunando con mi hermana, sonó el móvil, y ya pensé que era elquemehaceperdidasconnúmeroocultomecagüentósuputamadre, pero resultó ser mi profe de flauta, que me dijo que por la tarde iba al médico y que no teníamos clase; consecuencia de esto sumado a las clases que ya me iba a fumar para ir a la manifestación: sólo dos horas y media de clase en lugar de las ocho y media habituales de los miércoles. A las 10 fui a clase y a las 11 a la manifa.
Salimos de la Plaza de España a eso de las 11 y media y fuimos hasta el Ayuntamiento, lo que creo que nos llevó más o menos una hora. Cuando llegamos al Ayuntamiento, después de todo el camino gritando consignas; bueno, gritando las que estaban bien, porque había otras que eran estúpidas, así que yo me callaba; ¡oh, extraño suceso! cerraron la verja de la entrada, dejando espacio suficiente (¿ese gerundio es correcto? ¬¬) para que entrara la gente, pero no para que entráramos nosotros en masa (que tampoco teníamos pensado) y aparecieron de la nada unos cuantos maderos delante de dicha verja. Quiso el destino que nuestra manifestación coincidiese en el Día mundial del sida, por lo que, mientras berreábamos un poco más en la Plaza del Rey, una señora que me cayó muy simpática nos puso lacitos rojos mientras gritaba con nosotros "¡FINANCIACIÓN PARA TRADUCCIÓN!" y luego nos dio unas bolsitas con, reproduzco tal cual sus palabras, "¡Información y condones!", feliz de la vida ella. Después de que se leyese el comunicado y que las playas siguiesen obsoletas* (a-ao) nos dispersamos y, como yo no tenía clase hasta las 5 y media y la Na tenía el coche para subir al Cuvi, pues nos pareció buena idea pasar por mi casa para que yo cogiese las cosas de clase y subir a la reunión que teníamos a las 3. Allá nos fuimos nosotras dos con Laura y Alba. Comimos, la Na con su Pablito en el centro comercial y nosotras tres en amor y compañía en Económicas, donde nos dieron más preservativos, porque se ve que Alba llevaba cara de "Dadnos condones", además de un montón de posters del Día mundial del sida.
De la reunión no saqué nada en limpio, porque la gente decía que no estaba dispuesta a negociar, que teníamos que exigir los 660 créditos a toda costa, pero no paraban de hablar de "la negociación", ou seña* (a-ao) que tanta contradicción a mí me confunde (y me deja obsoleta*)
Arruinados los planes que yo me había hecho el martes, Alba y yo pensamos que era buena idea ir a tomar algo a la Plaza Epiléptica, si nos daba tiempo, después de la reunión y antes de irme yo a clase. Como salimos prontito de la reunión, felices y contentas nos dirigimos las cuatro hacia el coche de la Na, que ¡oh, oh!, no arrancaba. Como a la tercera va la vencida y tras tres intentos el coche seguía sin arrancar, procedimos al plan B: empujar. Nada. Encima de que el coche no arrancaba, ahora lo teníamos en medio del carril por el que se accede al aparcamiento de la facultad. Se acerca un coche de frente. Yo hago una señal de "No podemos sacarlo de aquí, so sorry, you know, tendréis que dar la vuelta", y en esto que dice la Na: "a Elisabete". Maja ella, a Elisabete, que estaba en el asiento del copiloto, desciende del coche y se dirige hacia nosotras para preguntarnos qué é o que se passa. Le contamos nuestro problema y nos ayuda a meter el coche entre otros dos aparcados a un lado. No creo que sus podáis hacer una idea de lo surrealista que resulta verse junto a tu profesora de Portugués empujando un coche... '¬¬ y encima se me caían los vaqueros y ya me veía pisándome los bajos y cayéndome de bruces. A Elisabete tem de marchar e, de facto, marcha, e nós ficamos ali com o carro. Alba también se tiene que ir, para no perder el tren. "Yo me quedo con ella", dije muy amablemente, para tener excusa para llegar tarde a clase (o no ir, directamente) y, más que nada, que no iba a dejar a la Na allí tirada, llamando a su padre, que se parece al Russell y que no le cogía el teléfono. De pronto llegó un chico de la facultad que no sabemos cómo se llama, pero que es nuestro salvador, puesto que consiguió arrancar el coche y le quedamos eternamente agradecidas. Pasados los momentos de angustia, aunque no demasiada angustia, porque nos lo tomamos con bastante humor, bajamos hacia la ciudad con una sola idea en la cabeza: nopodemospararnovayaaserqueelcochedespuésnoarranque. "Que no se me ponga nadie delante", dijo la Na; "Grita: ¡¡¡no tengo frenos!!!", propuse yo para que nadie se interpusiese en nuestro camino y nos hiciese parar; "Espera, que saco un pañuelo blanco por la ventanilla", concluyó Laura. Dicho y hecho, no sin antes meterse el bolso debajo del jersey, porque dije yo que a ver quién hacia de preñada, que yo no estaba dispuesta. Extraña situación, ciertamente: Laura agarrándose el bolso-barriga, la Na conduciendo y partiéndose la caja (torácica) y yo diciendo "Por favor Laura, guarda el pañuelo y sube la ventanilla, que nos va a ver alguien y a ver con qué cara explicamos el hecho de que llevamos una preñada de nuestra edad en el coche y a ver para qué tenemos entonces tanto condón".
Al final llegué con tiempo de sobra a clase, y me alegro de haber podido ir, porque si no me hubiera quedado sin ver al chico ese que me tiene contenta.
De verdad que fue un día extraño.
*Quien no lo entienda, que no se moleste en intentar entenderlo.